viernes, 26 de julio de 2013

No hay lágrimas que tapen este dolor (Precuela 1.4)

Teníamos pendiente Azafrán y yo una cena inteligente y sencilla.
Sin estridencias.
Para unos amigos y unos amigos de los amigos.
"Pero algo trabajado". Cuando Azafrán decía eso quería decir en realidad que ojito que podía salir algún negocio.
Y nos poníamos manos a la obra.
Él, a crear; yo, a ensamblar.

Pero la noticia nos partió en dos.
Como los vagones se partieron, y tantas vidas se colaron por el sumidero de la desgracia.
Ese terrible azar que rompe de una tajada todas las esperanzas y las llena de sombras.
Esa espera de unos familiares y amigos que ya se hará eterna en el andén de la vida.

Llegué a ver a Azafrán a la cafetería con el periódico entre las manos.
Su gesto era serio.
Tenía muchos amigos gallegos.Le encantaba esa tierra.Casi como él,mitad historia, mitad leyenda.
Como un bruixo que conjuraba a las meigas cada vez que encendía la candela y se ponía a perpetrar suculencias para el regocijo del estómago.

Me senté, y Azafrán no me dejó decir nada.
Sus palabras fueron sencillas. "No vamos a suspender la cena, Cardamomo". "Pero cambiamos el menú.Toma nota".

Y de sus labios comenzaron a salir trazos de gallegidad homenajeante.Una tapa con pulpo a feira.Una empanada de mejillón escabechado.Una tapita de lacon con crema de grelos y unas filloas.
Sus ojos estaban en otra parte.
Y su corazón.
Como el mío,que recordaba como 15 años atrás,justo en este día,bajaba descalzo desde el monte do Gozo a la catedral de Santiago.

Azafrán me preguntó: "¿Qué te ocurre,Cardamomo?".
Yo le contesté: "Morriña. Tan sólo morriña".

Paz y Bien.

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